domingo, 7 de febrero de 2010

Rumbo al catorce (I)


“Hay teléfonos en los Hamptons, lo cual fue un enorme alivio para mi madre. Así podría llamarme los fines de semana para recordarme que soy soltera. Le hice jurar por Dios que no lo haría, a menos que fuera de extrema urgencia.

--Suponte que tenga que decirte que no estaremos en casa en todo el día.

--Mamá, eso no es de extrema urgencia.

--Suponte que no me sienta bien.

--Esto no es de extrema urgencia.

--¿Qué es extrema urgencia para ti?

--La muerte. Eso es de extrema urgencia.

Un domingo por la noche, justo cuando sacaba del horno mi famoso quiche, me llamó.

--Sheila querida.

--Sí, mamá. (Estaba realmente asustada. Yo había dicho “muerte”.)

--Tengo algo que comunicarte. (Lo dijo de una manera que me hizo pensar que había habido un asesinato masivo en el vecindario y ella era la primera sospechosa).

--Dime.

--Tu hermana se ha comprometido. Va a casarse en octubre.

Peor. Fue peor que el crimen masivo. ¿Cómo puede casarse antes que yo? ¿Cómo podría Luci Baines hacerle una cosa así a Linda Bird? No iré. Me esconderé. Me refugiaré en California sin que nadie sepa dónde estoy. No le deseo felicidad. Espero que pase algo terrible y no pueda casarse. Le diré al futuro marido que existen antecedentes de locura en la familia y que, a causa de ciertas actuaciones de Melissa, estamos seguros de que la ha heredado.

Mamá, ¿cómo pudiste? No permitas que me suceda esto. No me hagas ir a la fiesta de boda con toda esa gente preguntándome cuándo es mi turno. No sé cuándo es mi turno. ¡No tengo turno! Mamá, no la dejes que se case primero. ¡Impídelo, por favor!

Cuando superé la histeria inicial y pude pensar con claridad llegué a la siguiente conclusión: Melissa es delgada. Melissa se casa. Por lo tanto, la gente delgada se casa. Esos fueron mis primeros pensamientos. En el tren de Long Island, las rudas parecían ir diciendo: “Sheila, pierde peso… Sheila pierde peso… Sheila, pierde peso”. Escuché voces, como Juana de Arco. Me dijeron que podría bajar unos buenos diez kilos. Era muy simple. Incluso si no me casaba tan pronto adelgazara, por lo menos estaría delgada para la boda de mi hermana. La gente delgada da la impresión de que puede darse el lujo de elegir”.

Gail Parent, Sheila Levine ha muerto y vive en Nueva York.

1 comentario:

Marita dijo...

Odio esas cosas. Me da miedo que se me peguen sus ideas, y cuando mi hermanita se case antes que yo (no tengo ni la menor duda que pasara) sufra una crisis existenciales de las buenas.