
Daniel Jiménez Santiago
Te conozco lo suficiente, te preguntas qué, cuánto. Como sabes, no soy bueno para los números, no me gusta hablar de exactitud, diría que te conozco algo porque ese algo encierra más que decir que te conozco un 50 ó 60 por ciento, ese algo puede ser mucho o poco, por eso nunca doy números exactos, por eso siempre llego tarde y a veces no llego.
Te conozco y sé que en estos momentos tendrás varias preguntas en la cabeza acerca de todo esto. Bueno, hoy me limitaré a contestar sólo las preguntas que creo (y aseguro) que tienes en tu mente dando vueltas.
¿Cómo?
Fue poco a poco, gradual o progresivo, como esos suicidios diarios en nuestro paso por el mundo, fue en cada paseo por la ciudad riéndonos de la gente diferente, en esos días de aprendizaje junto a los fantasmas del pasado carcomiéndonos el presente y evitándolos a toda costa con el olvido, el olvido mata más rápido y duele horrores. En esa carrera bajo la lluvia de julio, sin importarnos nada más que el disfrutar de ese gusto común del jugar con las gotas que se estrellan en nuestras manos y que escurren hacia el suelo; en esos días en los que pensábamos que todo era eterno con nuestra mentalidad positiva cultivando sueños e ilusiones que ahora se resumen en estas líneas planas y muy pretenciosas.
Quizás sentados en ese café a las dos de la mañana releyendo el menú e inventando esta historia que jamás vio luz porque nunca pudimos concretarla, o quizás en esa tarde sentados tan juntos que casi nos tocamos el hombro contando las hojas que caían en total vaivén danzando a la par del viento frente a ese extenso mar reflejándose en tus ojos.
¿Cuándo?
Cuando callábamos y divagábamos entre tantos pensamientos superfluos amotinándose sin dar tregua ni respiro para hilvanar palabra alguna a motivo de romper el silencio que no era incómodo, pero innecesario para los dos que estábamos hechos para no quedarnos callados.
Cuando tus ojos buscaban y se encontraban con los míos en los andares taciturnos en la ciudad que dormía mientras nosotros velábamos acompañados cada uno por su insomnio, contentos de no poder dormir y disfrutar de la quietud de la noche en ese parque.
Mientras trataba de dormir y la última imagen que había eras tú.
¿Dónde?
Esta pregunta la quise responder sin darle tantas vueltas de las que acostumbro.
¿Dónde? En todas partes
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