miércoles, 7 de octubre de 2009

Último inventario por liquidación

El viernes 2 de octubre me aparecí como espectro en la presentación de la revista Diálogos Postmodernos (en la cual fui algo así como un editor durante 6 años, hasta el 2007). Crucé algunos kilómetros para estar con mis amigos, que habían publicado un último número. Gabriela, Fernando y Cab habían hecho por año y medio algo así como un tour de force por oficinas de gobierno, cubículos universitarios, y tables dances (hasta donde habían ido para hablar con un impresor que les fiaba) a fin de dar a luz al testimonio final de lo que había sido no un movimiento cultural ni una revista seria (como creían detractores y patrocinadores, por igual), sino apenas la utopía compartida de querer transportar al papel las sabrosas conversaciones que de cuando en cuando teníamos en el mundo real.

Como una suerte de ars moriendi o mejor dicho, (pos)moriendi, el Último Día Posmo reunió todas esas peticiones de bien morir que incluso uno quisiera para sí: una exposición multimedia, una muestra fotográfica, un grupo de rock, vinos y bocadillos, mucha gente, flashes, aplausos, un álbum, un monólogo, un minuto de silencio y una aparición fantasmal. Finalmente, JM -que estaba presente- pidió el micrófono y dijo “Que chingue su madre Diálogos”, quizás para no dejar dudas de que se trataba de una despedida.

Si, como quería Juan Villoro, ensayar es leer en compañía, la edición vuelve toda compañía motivo de una úlcera. Ningún camino es tan sinuoso como la ruta que lleva de un Dummy a una mesa de presentación: hay tantas personas implicadas y otras sin cuya firma no se autorizarían el papel o las grapas, que sorprende que en Campeche una revista pueda producirse. Las facilidades son enemigas de las ediciones en provincia; todo papel que se sella a tiempo es un episodio menos en la vida de quien pretende hacer cultura. Una edición se sufre tanto como un parto complicado (de ahí que editar venga del latín edere, que entre otras cosas, significa “dar a luz”). Porque a pesar de su carácter aparentemente abstracto, la congregación de voces implica las mismas dificultades que las congregaciones a secas: hay mucho ruido, la gente tarda hasta tres semanas en ponerse de acuerdo, siempre hay alguien que acusa una descortesía.

Una revista, como una mujer, una obra clásica o una melodía, sirve para situar un momento en la vida que sin ella no sabríamos explicar. Un índice puede representar lo mismo una caja de souvenirs que un sumario de cicatrices. Hay tanta historia y bilis detrás de 60 páginas en blanco y negro que uno no puede concebir la capacidad de cierta gente para hacer ese trabajo cada mes. En nuestro caso, la periodicidad llegaba hasta el año de diferencia entre un número y el siguiente. La burocracia no ayudaba y nuestra inexperiencia tampoco. Cuesta mucho cribar artículos cuando el 90% de los colaboradores te tiene en su lista de contactos del MSN. El verdadero talento del responsable de una publicación está en mentirle a los que quedaron fuera.

El editor sabe que cada texto, como cada amigo, llega gracias a la buena voluntad y al azar, pero que esas dos potencias naturales sólo actúan a fuerza de invitaciones y memorandos. La edición es una forma privilegiada de la lectura que no deja de enseñarnos a estar solos, pero que en su dinámica también nos recuerda que hay personas reales detrás de esas palabras. Llegar a un texto, corregir un texto, platicar con un diseñador sobre la fuente con la que debería leerse un texto son maneras de pasar a alta velocidad los carriles de lo que hemos llamado vida práctica y literatura. Quizás, porque editar es un deporte extremo que implica hacer de ambos conceptos un mismo viaje.

Diálogos fue durante algunos años una prueba de Rorschach que proyectaba aquello que necesitábamos de ella. En mi caso, nunca he podido separarla de la imagen que representó organizar textos ajenos, y al mismo tiempo perpetrar esa forma necesaria de literatura a la que llamamos conversación. ¿A qué sirvió más: a la ilusión, al berrinche, al ocio o la compañía? Nunca lo sabré. Si para la dupla JM & Wil era "una farsa" y para Héctor Malavé “un producto de la cultura emergente”, yo la viví como otra cosa. Hasta el último de sus días, Diálogos Postmodernos debió su existencia a un hermoso equívoco.


LA NOCHE EN QUE DIÁLOGOS MURIÓ




LA VERSIÓN ESCRITA: Wilberth Herrera y JM la llaman “bastarda”, Erisel Vázquez manda una felicitación y Christian Núñez hace una crónica de aquella noche.

5 comentarios:

Día Post dijo...

Más que una despedida,una mudanza

Eduardo Huchin dijo...

La alternativa despedida-mudanza también obedece al equívoco.

Eduardo Huchin dijo...

(ahora que lo veo pareció el diálogo entre un ateo y un creyente:
-adiós, a fulano, que murió.
-más que una despedida, fue una mudanza).

Día Post dijo...

O ente un escritor y un psicólogo.

Equívoco: "Expresión o situación que puede entenderse según varias significaciones o sentidos. Por lo que es el oyente o el intérprete quien otorga la forma de interpretación del contenido" (wiki).

Como las películas de lynch!

Eduardo Huchin dijo...

Diálogos, ahora mismo anunciándose en:
http://tediosfera.wordpress.com

(Con nuevo corte de pelo).